El deporte en general, es una de los grandes refugios del patriarcado. Varixs cavernícolas aún se esconden en la cueva. Existen dos principales aspectos de desigualdad:
2) Desigualdad de distribución y asignación de los recursos y espacios deportivos. Hablo de lo indispensable: cancha de fútbol, luces si entrenan de noche, botines, pelotas en buen estado, vestimenta y transporte para asistir a los partidos, etc.
Es el claro ejemplo de Camila Godoy, jugadora del Club Atlético River Plate, quien vive en la villa 31 y dio positivo de Covid-19 hace dos meses. Cumplió su aislamiento obligatorio en uno de los hoteles porteños que dispone el estado para pacientes contagiados.
Cuando se hizo viral, ya que River público su positivo, la gente hizo comentarios racistas, clasistas y de género: negra, villera, pobre, marimacho, por ser mujer.
Carlitos Tévez, jugador del Club Atlético Boca Juniors, responde lo siguiente ante una entrevista de America TV: “El futbolista puede vivir seis meses o un año sin cobrar. No está en la desesperación del que vive con pibes al día, que tiene que salir de sus casas a las 6 de la mañana y vuelve a las 7 de la tarde para darle de comer a su familia”. Qué injusticia, ¿cómo un jugador profesional se mantiene más de seis meses sin cobrar un sueldo con todos sus lujos; y Camila Godoy no tiene en donde hacer cuarentena? ¿Dónde están River Plate y la AFA con sus miles de millones de pesos para responder por sus jugadoras? ¿Dónde están los futbolistas profesionales para brindarle el hombro y el apoyo a sus colegas, las futbolistas?
Si bien el fútbol femenino se hizo más vistoso en los últimos dos años, y la gente habla a boca de jarro sin información. Se conoce que el primer torneo oficial de mujeres ocurrió el 26 de octubre de 1991.
Aunque el fútbol femenino profesional sea sólo una fachada, las que integran estos equipos se encuentran respaldadas y contenidas porque ahora se cruzan dos aristas: el movimiento feminista y el fútbol. Es una sensación de revolución que les corre por el cuerpo, que al fin y al cabo cada día las empodera más. Y las impulsa a ir por todo aquello que les pertenece, y que la sociedad les hizo creer que no era así, redoblando la responsabilidad y la militancia.
Por eso decimos: “Me paro en la vida como en la cancha”, “Mi juego, mi revolución”.