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Nadar sola, entrevista a Noelia Petti

Escrito por Adela Salzmann

A dos años de haber cruzado el Río de la Plata, Noelia Petti comparte sus experiencias. Una nadadora que hasta embarazada nadaba 5000 metros por día.

La primera persona que cruzó nadando el Río de la Plata fue Lilian Gemma Harrison. Con 19 años, el 21 de diciembre de 1923 unió Colonia con Punta Lara en 24 horas y 19 minutos. El 9 de marzo de 2014 y a veinte días de haber nadado 88 kilómetros en Paraná, Noelia Petti realiza el cruce del Río de la Plata en 12 horas y 4 minutos, convirtiéndose en la segunda mujer que logra cruzar el río más ancho del mundo.

Noelia Petti es nadadora de largas distancias, compite en carreras de gran fondo que superan los 25 kilómetros de extensión. Resultó 5ta en el Ranking Internacional del circuito de la Federación Internacional de Natación (FINA). Comenzó a entrenar para ser fondista a los 23 años incentivada por su entrenador de la Selección Nacional de Waterpolo. Reflexiona por qué las largas distancias a nado no pertenecen a las olimpíadas, “las carreras de 10 kilómetros fueron introducidas recién en Beijing”. Dice que probablemente sea porque las distancias tan largas no son televisables. Además de nadadora es profesora y entrenadora. “Hoy tengo casi 41 años y todo lo que hice lo logré habiendo empezado la natación de grande, quiero romper con ese mito de los que piensan que no se puede empezar un deporte de alto rendimiento de grande. No les digo que tienen que tener el objetivo de cruzar el Río de la Plata, cada uno tendrá su objetivo personal y particular, con convicción y mucho trabajo se llega.”

Con la voz clara y tranquila, Noelia arranca la clínica de aguas abiertas en una pileta del barrio de Boedo.

¿Tuviste algún momento crítico en tu carrera?

Tuve momentos sobre todo cuando empecé en el circuito internacional, en las que llegué última y eso a veces es tan difícil de aceptar “soy la última”. Mi pensamiento en ese momento era bueno, “soy la última de las mejores”, prefiero ser la última de las mejores que la primera en un nivel donde sé que estoy para más. Pero es difícil porque quizás me iba de viaje y cuando volvía me preguntaban cómo me fue y tenía que decir que llegué última. Sí, última pero nadé ocho horas y competí con los mejores del mundo. La gente es muy cruel y no sabe todo el esfuerzo que hay detrás de ese “última”. Tuve muchos momentos de debilidad en cuanto a eso, de decir “todo esto que estoy haciendo que tiene un costo muy alto a nivel económico, a nivel personal, a nivel trabajo, a nivel sacrificio, ¿vale la pena?” Aparte, «¿para qué?» Creo que ahora con el paso de los años, económicamente no tengo nada pero tengo tantas experiencias y tanta riqueza de haber vivido y logrado cosas que lo volvería a elegir y volvería a hacer ese camino.

Más allá de la fortaleza mental, hay otro desafío que es físico. ¿Alguna vez te superó el agua?

Nunca abandoné una carrera, jamás, aunque llegara última no me importaba porque era una cuestión de orgullo personal. Una sola vez, en una carrera en Canadá, mi cuerpo me abandonó. Era la tercera vez que corría, un día terriblemente frío, había habido mucho viento y nos dijeron que a lo mejor se suspendía porque el agua estaba a menos de 15 grados, la temperatura mínima permitida. Pero era muy difícil que suspendieran una carrera de tal magnitud, y se hizo igual. Ni bien me metí, la mandíbula me temblaba. Ese año había llegado muy flaca, estresada y cansada. Y para esas carreras hay que llegar hecho un toro, fuerte. Se sumó que estaba indispuesta, algo que es muy difícil de regular. Empecé la primera hora temblando, pasaba el tiempo y seguía temblando. Para saber si estaba en hipotermia, mi guía me hacía preguntas como, por ejemplo: «¿cómo te llamás?, ¿dónde vivís?» Y yo no podía hablar del frío. Tenía el cuerpo entumecido a las seis horas y la carrera iba a durar nueve. Llegué a las siete horas y media totalmente boluda y empecé a nadar en círculos, eso me dijeron, porque yo ya estaba en otro mundo. No iba a llegar nunca, empecé a nadar pecho y me desvanecí en el agua, me desmayé y me hundí, y ahí se tiraron a sacarme. Tenía 27 grados de temperatura corporal, cuando la normal es 36. Terminé en el hospital. Esa vez el cuerpo me dijo basta, no hubo forma de manejarlo con la cabeza. Con el frío o tu cuerpo se lo aguanta o no, no hay mucha más ciencia.

Y entre otras cosas, cruzaste el Río de la Plata, ¿cómo lo lograste?

No me preparé puntualmente para el cruce porque vivo entrenada. Hacía veinte días había nadado la Hernandarias-Paraná que es la carrera más larga del mundo. El Río de la Plata no fue fácil pero lo hice de manera muy placentera, al no ser una carrera era nadar conmigo misma, meter un buen tiempo y listo. Para preparar un cruce muchas veces depende de tu historia como nadador, si ya venís haciendo una progresión de carreras de menos a más, quizá nadando mucho en un año llegás. Si sos una persona que nunca nadó, probablemente necesites años para poder hacerlo por doce horas.

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En la pantalla se proyectan imágenes de Noelia Petti en el agua, pasan las carreras en las que compitió alrededor del mundo: Serbia, Canadá, Argentina, el agua es la misma, quizás se diferencia por el color o el oleaje pero es difícil distinguirlas. Los zócalos indican los lugares: Traversee International “Du Lac Memphremagog”, 34km, Canadá (8vo puesto con un tiempo de 8hs 53min); “Orchid Lake Swimming Marathon”, 30km Macedonia, (10mo puesto con un tiempo de 6hs y 46min); Maratón Internacional “Faros”, 16km, Stari Grad, Croacia (11vo puesto con un tiempo de 3hs 51min); “Marathon del Golfo Capri-Napoli”, 36km, Italia (7mo puesto con un tiempo de 8hs 54min); Maratón Internacional “Hernandarias Paraná”, Entre Ríos, Argentina (4to puesto con un tiempo de 10hs 9min). Son muchas las carreras, largas las distancias y en todas lo que se ve son brazadas que van a un ritmo constante. Una brazo adelante de otro, la técnica quizás no sea la mejor pero cada repetición es una afirmación.

De todas tus carreras, ¿cuál fue la primera que te marcó hacia adentro?

No arranqué con una carrera de 88 kilómetros, empecé con las carreras tradicionales, San Antonio de Areco, Baradero, San Pedro, todas esas por muchos años. Mi primera carrera larga fue una clasificación para la Santa Fe-Coronda, tuve que nadar una maratón de maestros, a la que venían todos los grosos del mundo a nadar a Santa Fe. En ese momento yo era mala pero cabeza dura, ya entrenaba en GEBA. Pero era mi oportunidad para meterme en el circuito, aunque todas las argentinas que iban en ese momento eran mejores que yo, me dije: “no importa, la quiero nadar igual”. Era una carrera de 30 kilómetros, de varias vueltas a una laguna, lo que suele desgastarte mucho a nivel mental. La cuestión es que la favorita abandonó en la mitad de la carrera, y la que tenía que salir segunda no sé qué le pasó, pero yo quedé tercera y así clasifiqué para la Santa Fe-Coronda. Vi quedar en el camino a gente con mucho más talento. Y yo, que en cuanto a estilo no me destaco y tiendo a ser una nadadora mediocre, tengo en cambio mucha constancia y trabajo encima. A veces los nadadores más talentosos abandonan al mínimo traspié deportivo, no se bancan las malas rachas, no terminan las carreras. Yo hago las carreras de manera progresiva, no me desespero por salir con el pelotón porque sé que después los agarro. Ahí hay que ser muy personal y confiar en uno. Muchas veces la gente que no tiene el nivel para estar adelante sale al cien por ciento y se acalambra, sufre. Cada uno tiene que encarar la carrera en base a su nivel, tener una estrategia de carrera y tratar de sostenerla. Eso no quiere decir ser menos competitivo sino pararse en el lugar real donde uno está.

¿Cómo se inició tu camino en las Aguas Abiertas?

Empecé a entrenar incentivada por un entrenador que tuve en la selección de waterpolo. Primero intenté sola y me di cuenta que si quería que fuera profesional tenía que hacerlo con un equipo o con un entrenador que supiera y me fui a probar a GEBA. Durante dos meses hice todos los días dos horas de nado continuo, un entrenamiento que me sirvió para endurecer la cabeza. Después entré al equipo de natación de GEBA. Pasé de entrenar en Burzaco en una pileta de 25 a entrenar con el grupo de GEBA que entrena en pileta de 50 metros. Para llegar ahí a las siete y media de la mañana me tenía que ir de mi casa dos horas antes. Hice un sacrificio enorme y todo esto mientras trabajaba. Quizá esa sea una diferencia que tengo con otros nadadores del circuito internacional que sólo se dedican a entrenar. Entrenar y trabajar o estudiar se puede, es mucho mejor dedicarse a entrenar y tener los tiempos de recuperación necesarios, comer bien y, entre turno y turno, dormir la siesta. Eso es lo ideal. Pero desde que empecé con esto sabía que esas no eran mis condiciones. No tenía un sponsor ni una familia detrás que me bancara. Decidí hacerlo, cuesta mucho más que un nadador de élite que llega con las mejores condiciones, pero no es imposible.

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