Modos de Ver Nro 03

«Navegar el lugar de la incorrección»

Escrito por Karina Marzorati

La siguiente entrevista es una reseña comentada de la charla que Eleonora Jaureguiberry* brindó a estudiantes y docentes en Ott Educación Superior.

Cruza las manos detrás de la espalda, sonríe y mira al piso cuando la anfitriona la presenta leyendo sus títulos, cargo y logros profesionales. La lista es larga; ella la corona agregando: «Y soy madre, y tengo una vida.» Lo dice con humor y convencimiento, como si en ese tipo de lazos afectivos encontrara el fundamento de todo lo que vale la pena hacer.

Y a medida que la escuchamos en esta charla nos damos cuenta que es así.

La cultura es un reencuentro.

 En la mirada de Eleonora la cultura tiene la función estratégica de generar reencuentros. Ya sea el reencuentro de los vecinos con y en el espacio público; el reencuentro de las diferentes generaciones con sus identidades, relatos y experiencias; o el reencuentro del Gobierno con sus vecinos en actividades que alimenten el potencial de la comunidad.

Romper el mito de que la cultura es un plomo.

No le interesa la espectacularidad ni la expectativa del “pum para arriba” todo el tiempo, sino vincular las diferentes identidades que integramos el municipio con los diferentes públicos que también sabemos ser, para ofrecer algo especial, diferente y propio.

Nos cuenta uno de los grandes desafíos de su gestión: poner en valor el patrimonio histórico colonial del partido, sobre todo para el público infantil. Un ejemplo es el Museo Pueyrredón.

«Los niños visitan el museo. Pero lo visitan para jugar… Los chicos aprenden a través de experiencias, a través de lo que sienten en el cuerpo. Chicos del siglo XXI jugando juegos del siglo XIX es una aproximación mucho más fuerte que cualquier recorrido teórico. O les pedimos que vengan con una lupa y una pinza para que recorran la barranca junto a un guardaparques de lo más histriónico, que exagera sus actitudes de guardaparques, que los divierte y les enseña. Así, cada uno con un sombrerito de paja que les damos, se convierten en guardaparques, se encuentran, se hacen amigos de otros, aprenden el nombre de los pájaros, entienden qué es una barranca protegida y guardan el recuerdo del museo como lugar de descubrimiento, juego y hasta aventura.»

Eleonora explica que detrás de cada acción, por más sencilla que sea, hay una planificación con objetivos súper claros. «El museo tiene un guión; hay muchos especialistas pensando detrás de cada actividad, y es parte de una estrategia más amplia que busca generar vínculos con las personas de manera permanente.

El valor de la conversación.

Para empezar este diálogo con las diferentes identidades que forman la comunidad sanisidrense, Eleonora tuvo que identificarlas claramente. Es así como cobraron visualidad ‘los cocineros del Bajo’, ‘los murgueros de Boulogne’, ‘los artistas de La Cava’ o ‘los del Bajo’, ‘los galeristas de San Isidro’, y la lista sigue creciendo.

«Los gobiernos pueden comprender y potenciar esas identidades, ayudarlos a tomar conciencia de lo que tienen para construir, a partir de eventos que duran un tiempo acotado pero que les generan público y visibilidad a lo largo de todo el año. Nunca hay que olvidarse que los resortes que uno activa desde la cultura derraman en otros aspectos positivos de la comunidad. Uno de los ejemplos claros es Bocas Abiertas, el festival gastronómico que alimenta la movida del polo gastronómico del Bajo.

Redes rizomáticas en expansión.

Lo que tranquilamente podría ser el título de una obra de cyberpunk, es básicamente la forma en la que Eleonora describe el impacto de la política cultural que lleva adelante.

«Tomemos el caso del Festival de Jazz, financiado por un banco que tuvo interés en el tipo de conversaciones que estamos logrando. Combinamos el objetivo de poner en valor casas históricas a través de la convocatoria de artistas consagrados, a la vez que activamos el circuito de bares con la participación de artistas locales emergentes. Los artistas locales se ven favorecidos al participar de un festival prestigioso, los bares se dan a conocer a nuevos públicos y ofrecemos al ciudadano sanisidrense la posibilidad de disfrutar de artistas de renombre sin tener que ir al centro. El evento puede durar cuatro días, pero el impacto de los contactos que se generan, de los descubrimientos mutuos que se dan, es inmedible… se expande.”

Un chino.

¿Cómo se consigue el sello de identidad? ¿Cómo se escapa del mero espectáculo? Una de las expresiones que Eleonora repite más es: “Un chino.”

«Hagan lo que no hace nadie y lo que tenga valor. No copien. No tengan miedo de que parezca difícil, imposible, engorroso. Por ejemplo, el evento que más nos distingue, el Festival de Cine de San Isidro. ¿Cine mudo, blanco y negro, con música en vivo, en diferentes partes del partido? Cuando contaba este proyecto la gente hiperventilaba y pensaba que no iba a venir nadie. Hasta que pude hacerles entender que sería algo único, difícil de concretar, desafiante, pero que por eso nadie más lo haría. San Isidro es la cuna del Cine Argentino, y buscamos poner en valor una experiencia absolutamente diferente a la de cualquier otro festival. Para ello nos aliamos con la Cinemateca Argentina. Y el Festival es un éxito, ofrece la oportunidad única de que grandes artistas musicalicen y toquen en vivo los clásicos del cine mudo. Y que esas joyas del cine se vuelvan a ver con la magia de lo irrepetible.»

Lo bueno de este “chino” es que ya va por su séptima edición y participó dos veces en Biarritz.

Respetar acuerdos tácitos con la gente.

La gestión cultural en San Isidro es más que una cuestión de grandes números de asistencia –que los tiene y muy auspiciosos. Es mantener vivos tanto la expectativa como el desafío. A partir de la programación cultural se educan los públicos, se los forma, se los incentiva a acceder a propuestas que quizá nunca antes hubieran considerado.

«Hay un compromiso de nuestra parte que permite que ante una actividad x, la gente confíe y no haga falta que entienda de entrada todo lo que le decimos. La gente viene porque sabe que va a estar bueno, y que si de entrada no entiende o no le gusta todo, va a ir aprendiendo. Va a encontrar cosas diferentes, le va a gustar. Más que el artista en sí, lo que a nosotros nos ocupa son los efectos que produce la obra de ese artista en la vida de la gente. Nos preguntamos de qué manera podemos tener en cuenta esos efectos para defender valores, crear situaciones y cumplir objetivos.»

Cancha, jugadores y estrategia.

Eleonora dice que su formación de socióloga –complementada luego con posgrado en Historia del Arte- le habilita una mirada estratégica sobre el terreno donde opera.

«El juego es dejar claro qué es el Estado, de qué manera interviene y de qué manera no interviene. Qué valores va a generar. Si los actores que están involucrados en cualquier aspecto de lo que hacemos no tienen eso en claro, es muy difícil jugar. Una de mis tareas más importantes es sensibilizar a las personas que no entienden nada de lo que se hace desde la programación cultural. Sensibilizarlas para que comprendan la importancia del rol que les toque jugar. Sobre todo si tenemos en cuenta que el arte es incorrecto, y yo tengo que navegar en ese lugar de incorrección.»

La mirada ajena.

Una gran parte de su tiempo de gestión se lo dedica a escuchar. A partir del cara a cara asesora, detecta puntos débiles en los proyectos, los ayuda a fortalecerse y también a establecer contacto con otros proyectos o actores sociales que están transitando caminos compatibles. Lo importante es saber ejercer una escucha atenta a cada realidad.

«Uno tiene que generar dispositivos adaptados a los valores que quiere defender y a los problemas que quiere solucionar. Por ejemplo, el nacimiento de los Carnavales en Boulogne. Los murgueros me vienen a ver con un problema acerca de las murgas que organizaban en sus barrios. Cuestiones que hacían a quienes lucraban con eso, que si había alcohol, que si se armaban unas trifulcas bárbaras. Me pedían que los ayude a controlar algo que no es del ámbito de Cultura, y yo les propuse otra cosa: cortemos avenida Rolón, cortemos Fleming, cortemos Márquez y hagamos los Carnavales ahí. Les dio vértigo al principio, me decían que lo tenían que pensar. Ellos trabajan todo el año en los trajes y los ensayos, pero exponerse a la mirada ajena, la mirada del otro, es un desafío enorme. Los llevó a mejorar aún más. Y es una cuestión de dignidad humana y de relación con el resto de su comunidad que consideremos a los artistas locales como grandes artistas de San Isidro.»

Círculos virtuosos.

Cada nuevo proyecto es en sí mismo una posibilidad de mejora y crecimiento de toda la estrategia. Y una reafirmación de esos valores iniciales que Eleonora destacó al presentarse.

«Ante cada problema hay que inventar todo de vuelta. Hay que preguntarse qué es lo que hay que hacer en este caso en particular. No para aumentar el poder personal – ni soñando – sino para generar riqueza y valor en la sociedad. Es como tener hijos y entender bien qué es ser una madre. Para que vuelen lo más lejos posible, que se olviden de vos, que no se queden con vos nunca. Es parte del juego.»

*Eleonora Jaureguiberry es socióloga y especialista en Historia del Arte. Ha desarrollado una carrera de gestión en diversas organizaciones públicas y del tercer sector. Actualmente es Subsecretaria de Cultura y Comunicación de la Municipalidad de San Isidro. Algunos hitos de su gestión son el Festival de Cine y Música de San Isidro, el Festival de Música Clásica “El Camino del Santo”, el Festival “San Isidro Jazz” y el Premio Municipal de Literatura “Manuel Mujica Láinez”. Fundó el Museo del Juguete de San Isidro, y lleva adelante eventos como Puertas Adentro del Alto de San Isidro, Bocas Abiertas, Vidriera del Arte, Festival de Skate y el Festival Conciente, entre otros. Lideró la restauración y puesta en valor del Museo Pueyrredón y junto a emprendedores locales desarrolló los circuitos culturales de Puertas Abiertas del Bajo. También es madre, esposa. Y tiene una vida.

 

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