Destacado Nro 01 Viajar & Disfrutar

El gastrósofo antropófago

Escrito por Julián Canabal

Alejandro Frango estudió filosofía en la UBA y luego de graduarse realizó un posgrado en Londres sobre Hobbes y el liberalismo. Allí vivió dos años y luego otros dos en Francia. Entre sus andanzas, también se destaca su estadía de seis meses en la India. Actualmente es guía de turismo especializado en la ciudad de Buenos Aires, allí creó caminatas literarias como “Rayuela” y “Borgeana” (declarada de interés cultural por la ley nº 41 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) y a su vez es profesor de Filosofía, Historia de las Ideas, Guía de Turismo y Gastrosofía en el instituto terciario Ott.
Esta última materia es, tal vez, su obra de mayor envergadura. Él sintetiza a la gastrosofía como el estudio de la civilización en función de la mesa. Si bien puede ser considerado un filósofo, un gastrósofo, un viajero, un guía de turismo, un profesor, un escritor o un gran lector, él se autodenominó como un gastronómade. Fue Curnonsky quien inventó el concepto de gastronomadismo, que consistía en recorrer Francia investigando y recopilando información sobre los hornos y parrillas de los pueblos. Alejandro es entonces un viajero con un gran interés por la gastronomía, que la entiende como un aspecto fundamental para conocer y entender la cultura de cada lugar. En cuanto a mí respecta, es una persona absolutamente inspiradora, un libro abierto que hoy nos da un pantallazo general de sus páginas rellenas de amplios conocimientos tras haber viajado por sesenta y seis países y leer incansablemente. Pero no solo nos abre las puertas a sus saberes, sino que también nos abre las puertas de su acogedora y peculiar casa que, rodeada por una biblioteca repleta de libros, algunos sillones, objetos provenientes de diferentes partes del mundo, una cava y el infaltable hogar, pareciese sacada de un cuento. De hecho esta maravillosa y particular casa se ajusta muy bien a este admirable y singular personaje, que con su cautivador gracejo entusiasta nos va a llevar por interesantes reflexiones a lo largo de la entrevista.

Luego de haber conocido tantos lugares como viajero y de haber recorrido incansablemente Buenos Aires como guía de turismo: ¿Qué encontrás en Buenos Aires que en otros lugares no?

Yo creo que cada ciudad, sea rica, pobre, tenga historia o no, es como una casa. Es decir, cada ciudad es una casa diferente a otra. Buenos Aires tiene una personalidad que se ajusta muy bien con lo bueno y con lo malo que nosotros tenemos. Yo soy un hijo de esta ciudad, que tiene cosas que detesto, como tengo cosas que detesto de mí, y tiene cosas que adoro, como tengo cosas que adoro de mí. Si estoy vivo y sigo viviendo en Buenos Aires es porque es mayor el número de cosas que adoro que el número de cosas que detesto. Entre otras cosas, tiene una arquitectura bellísima y es una de las ciudades más verdes del mundo. ¡Es de una genialidad impresionante! Ciudades como Londres y Nueva York, que también adoro, cuentan con grandes parques pero no tienen el verde que tiene Buenos Aires. En mi opinión, una ciudad es una manera de respirar, una manera de caminar, y esa manera de respirar y caminar es la que yo tengo.

Como un apasionado del buen comer y considerando que Argentina es reconocida por la calidad de su ganadería y vitivinicultura, ¿Crees que Buenos Aires maneja altos niveles gastronómicos? ¿Qué tan importante crees que es incursionar y sumergirse en el mundo culinario?

Yo voy a hacer una división entre lo que era la Argentina hace veinticinco años y lo que es ahora. Creo que en un tiempo atrás en la Argentina no se comía bien, sin embargo hoy se come bien y en algunos lugares muy bien. No solo es la vastedad y la calidad de los productos que hay, sino que en estos veinticinco años de escuelas de cocina, de estudiantes incursionando en la restauración y la importancia de que los argentinos han estado viajando muchísimo, han generado un ámbito gastronómico verdaderamente interesante. En cuanto a si hay o no una culinaria Argentina, yo creo que no y tengo artículos escritos sobre ello, pero eso no quiere decir que no se coma bien en Buenos Aires o en el país. Y por mi experiencia de guía de turismo, la verdad que los extranjeros están fascinados por cómo se come, cómo se bebe y, para ellos, de lo increíblemente barato que es, con lo cual estoy de acuerdo, ya que si hay un producto que es regalado en nuestro país es el vino fino. El vino de marca es imposible de batir en cuanto a precios por su excelente calidad. En cuanto a si vale la pena o si es de algún valor incursionar en los temas culinarios, sí, creo que sí. Comer es uno de los primeros elementos que te unen a una determinada cultura. Quien sabe comer, sabe pensar. Para pensar bien hay que comer bien.

¿Viajar es esencial? ¿Qué les dirías a todas aquellas personas que anhelan viajar pero que por algún motivo no lo hacen?
Sí. Sostengo aquello que decían los griegos: “viajar es indispensable, vivir no lo es”. No hay mejor inversión, y subrayo inversión, no es un gasto, que el dinero empleado en viajar. Te democratiza, te hace entender que el centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, te permite entender que todos somos iguales, te hace valorar un montón de cosas que de no tener la oportunidad de viajar no valorarías de tu propio territorio o país. Y al mismo tiempo te hace respetar, no en función de lo que por ahí se divulga, de lo maravillosos que son todos los pueblos, sean norteamericanos, guatemaltecos, franceses o marroquíes. A mis estudiantes les deseo que viajen. Y a aquellos que anhelan viajar les diría que dejen de tener miedo, que dejen de ser fiacas, porque viajar implica renovar un pasaporte, armar una valija, hacer una fila, etc. Pero no hay tarea más maravillosa para lo que viene después. Viajar es fundamentalmente abrir horizontes, los problemas no se resuelven tapándolos, sino abriendo. Si yo tengo un problema lo primero que tengo que hacer es comunicarlo porque a todos nos pasan las mismas cosas. Si yo tengo un problema simplemente hay que ver qué es lo que pasa. Y eso es viajar, el tipo que no viaja es porque está teniendo un problema o de miedos o de “yo vivo en el mejor de los mundos”. He encontrado gente de plata en el mundo que me ha dicho que nunca había salido del país porque allí lo tenía todo. ¡Qué espanto! Tenés un país maravilloso pero también es un país maravilloso Nicaragua, Uruguay, Lituania y Suecia. Ese tipo de cerrazón es como decir “yo soy el tipo más lindo del mundo, basta no quiero ver a más nadie”. No es así la vida. El que no viaja es mala persona, esta convencido de que lo que tiene es lo mejor. Y la vida es confrontaciones y diálogo, claro si yo me quedo encerrado en un cuarto y, seguramente que no me va a pasar nada, pero precisamente, ¡no te va a pasar nada! Así como viniste te vas, y la idea es que te pasen cosas, creo yo.

Dentro de los lugares a los cuales viajaste ¿Cuál consideras que es un must (imperdible)? ¿Crees haber encontrado tu lugar en el mundo?
Sí, mi lugar en el mundo es mi casa. Es el lugar donde en este momento más cómodo me siento. De cualquier manera, actualmente estoy escribiendo un libro de gastrosofía y recientemente diseñé mi mapa ideal que está compuesto por el perfil de la India, la
Patagonia y New York. Esos son los lugares que, creo, deben ser visitados. La India porque tiene una cuota de sueño infantil. Me acuerdo que era pendejo, tenía nueve o diez años, y leía aventuras de Emilio Salgari como Sandokán y El Corsario Negro. La India representaba para mí eso, lo extraño, lo mágico, la fantasía, un mundo completamente distinto. Yo empecé a soñar con India a los nueve años, había un libro de geografía que en el capítulo de Asia, India y China tenía un grabadito en el que se veían dos elegantes mujeres llegando a las escalinatas del Ganges. Y cuando a los treinta años yo llego al Ganges, no solo estaba entrando al río más sagrado de India, sino que estaba entrando al más profundo recuerdo de mi niñez. Por otro lado, New York es la síntesis de lo que para mí es la ciudad más cosmopolita del mundo. Yo cada vez que voy a New York me siento en Babilonia dos siglos antes de Cristo, me siento en Asiria, me siento en Grecia tres siglos antes de Cristo, en Roma en el siglo uno, me siento en Inglaterra en el siglo diecinueve, me parece que es el centro urbano más cosmopolita del planeta y no hay cosa más maravillosa que quedarte sentado en un café en una vereda de New York y ver pasar la gente, ¡ves pasar el mundo entero! Y por último la Patagonia porque, para mí, es el lugar más auténticamente argentino. Es el lugar menos porteño que hay, es el lugar de un fin, Ushuaia es la ciudad más austral del mundo, es un lugar donde ha habido dinosaurios y una vida muy extraña, muy alejada de la Avenida 9 de Julio. También es una zona de glaciares, de bosques milenarios, donde uno tiene que enfrentarse a uno mismo, y estos lugares de límites para mi son lugares muy atrapantes, excitantes y mágicos. Para mí sería ideal tener una cueva en una ladera en San Martín de los Andes, un piso en las alturas de un edificio de Manhattan, esta casa que tengo acá y viajar una vez por año a la India a hacer crónicas de comida hindú. Creo que es una síntesis muy interesante, realmente lo más próximo a la felicidad. En cuanto a lo gastronómico, la India con sus especias y New York con sus movimientos vanguardistas enriquecen el mapa. Y por su parte, en la Patagonia hay algunas maneras de cocinar que son interesantes y muchas otras que están por crearse, es decir, hay cantidades de formas de cocinar. Sin embargo, en general solemos ser un poco tradicionales, somos la antítesis de just do it, no limits, impossible is nothing.AlejandroFrango_12

¿El mundo es lo que uno quiere que el mundo sea?
Yo a veces pregunto que parte de mi soy yo. Hay un momento en que uno tiene que definir y kill mother. Y no es ningún odio hacia nadie. A ninguno de nosotros se nos pidió permiso para traernos, somos el resultado de. Eso ocasiona alegrías y broncas. A mi me hubiese gustado vivir en la Francia en 1700 que era un ambiente másimportante para mí para desarrollarme. Bueno, te tocó el tiempo que te tocó. Uno es hacedor de su destino, uno es responsable de lo que a hecho y si bien uno puede, en un determinado momento de su vida, hablar de los condicionantes padres, economía, guerra, familia, situación política o lo que fuere, hay un determinado momento que uno toma el mando de la situación y lo conduce a los viajes, a los estudios, a la introspección, al mejoramiento, a la investigación, al diálogo con otros, y eso es verdaderamente lo que hace que el mundo sea lo que uno quiere que el mundo sea. Sos constructor de vos mismo y constructor de tu tiempo, de tu espacio. Eso es ser un hombre culto, es cultivar y cultivarte, no es leer todos los libros del mundo. Cuando digo que esto no está pasando, no estoy loco, claro que está pasando, estamos acá en el jardín conversando. Lo que yo digo y lo que vos decís, son dos visiones del mundo distintas porque vos lo ves todo desde tus veinte años, yo lo veo desde mi condición de profesor y vos de estudiante, yo lo veo desde la condición de haber viajado por sesenta y seis países y viví cosas que vos no y vos viviste cosas que yo no viví. Es decir lo que está sucediendo tiene tanta variedad como personas estamos en este ámbito. Hay tantas visiones del mundo como personas somos, el mundo es lo que uno quiere.

¿Qué te llevo a plantear la gastrosofía?
Una cuestión muy simple. Yo estudié filosofía, me encantaba y es la única carrera que volvería a estudiar. Pero más allá del título que me dio la Universidad de Buenos Aires, yo me gradué y me dí el título de filósofo el día que terminé de reconstruir esa vieja casa de 1826 en el midi francés. Porque de pronto había transformado el mundo, había puesto piedra sobre piedra y un tipo que no sabía ni clavar un clavo en la pared, de pronto vio algo en el mediodía francés que era un predio que antes no estaba. Ahí me sentí filósofo, me sentí Leonardo Da Vinci, sentí que cuerpo y mente se unían, sentí que lo cárnico, y ahí entra la gastrosofía, tiene que ver con lo mental. Me di cuenta de que cuerpo y pensamiento van juntos y que para filosofar primero hay que comer. Y como toda la vida me ha encantado cocinar, reunirme con gente e ir a restaurantes, dije bueno perfecto, eso mismo es gastrosofía, es la lectura de la civilización en función de lo que comemos y bebemos. No podríamos tener esta conversación con este nivel de civilidad si estuviéramos muertos de hambre porque yo te morfaría un brazo y vos me arrancarías una oreja, y a ver quién gana… ¡Gano yo por supuesto! – entre risas.

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