Lujo. Una palabra que brilla por sí sola. En esta edición especial de Tracco, exploramos esa idea. Nos subimos con una broker de vuelos privados a las alturas del confort; hablamos con chefs que transforman lo simple en arte. Desde la hotelería nos proponemos “Una vida 5 estrellas” como forma de atención y goce y nos sumergimos en cómo es la vida en un crucero de ultra lujo en altamar.
¿El lujo es para parecer, para disfrutar, para brindar? Tal vez hoy sea un viaje sin urgencias, una cena compartida o una cama bien hecha en el lugar justo. No es una cifra: es una sensibilidad.
Antiguamente, estaba reservado a la aristocracia: vajillas de oro, palacios de mármol, capas bordadas a mano. El lujo era sinónimo de exclusión. Lo ostentaban los que podían, y lo deseaban los que no.
Hoy, la lógica ha cambiado, pero no tanto. En plena era del consumo digital, el lujo se volvió más accesible, más performático, más fetichista. En TikTok se desmitifican carteras de marca fabricadas en serie o cosméticos “premium” con ingredientes similares a los del supermercado. El lujo, en esta narrativa, es relato. Apariencia.
Y sin embargo, algo persiste. El lujo real ya no está en el objeto, sino en el gesto. En lo que se elige vivir. Una conversación sin interrupciones, un viaje sin apuros. Un descanso, una pausa, un instante de belleza sin culpa. Y eso, en tiempos acelerados, sí que es un verdadero lujo.
