Nro 14 Vocación & Propósito

El umbral del mundo laboral: Crónica de la iniciación en el mundo del trabajo

Trabajar es un paso enorme para cualquier joven que acaba de terminar el colegio, o para cualquiera que aún no cuenta con experiencia profesional. Es una etapa que da ansiedad, miedo de considerarse incapaz, de no poder lograrlo, de no conseguir trabajo por falta de experiencia y miles de pensamientos más. Pocos me hablaron de lo difícil que es el paso al mundo laboral, que día a día los jóvenes tenemos que dar por decisión propia o por necesidad. Está socialmente dictaminado que es algo que tenés que hacer sí o sí, pero pocos hablan de las emociones y de los sentimientos que conlleva dar ese gran paso.

En este relato, yo, una joven de 22 años, les voy a contar un poco de mi experiencia, de los consejos que recibí, de mis fracasos, para que cualquier persona que se encuentre en esta situación no se encuentre solo. Todos lo pasamos, todos tenemos miedo, pero todos podemos lograr ese pasaje por el umbral del mundo laboral. Que esté bueno o malo, ni yo lo sé. Dependerá de su experiencia, de la gente que se cruce en su camino y de las ganas que uno le ponga.
Recuerdo la frase que me dijo mi papá cuando terminé el colegio en el 2018: “No trabajes, dedicate al estudio y yo te sigo manteniendo”, “No quiero que trabajen”, nos decía mi papá a mí y a mi hermana, que es un año mayor que yo. Teníamos y tenemos la suerte de no tener la necesidad de trabajar para ayudar a la familia. Recuerdo también los comentarios de los padres a mis amigas que se encontraban en mi misma situación económica: “No trabajes, tu
responsabilidad es estudiar y recibirte”. Pero a mí esa frase siempre me hizo ruido, porque siempre fui una persona con ganas de saber y conocer más, de tomar responsabilidades, de siempre querer ser mejor. Así fue que sin importar su opinión o las opiniones de los demás, al año de terminar el colegio, en el 2019 arranqué la travesía para encontrar un trabajo.

Recuerdo enviar currículums a todos lados y por todas las páginas existentes. Mandaba también a las difusiones que me llegaban por los grupos de WhatsApp y hasta entraba a las páginas de las grandes empresas y les enviaba un mail con mi CV a su casilla de más información. Una vez imprimí 10 copias de mi CV y comencé a caminar por los alrededores de mi casa en Martínez; los dejé en los buzones de las oficinas que había cerca. Total, siempre me repetía lo mismo: “El no ya lo tengo, no puede pasar nada peor.” Pero todas las noches me recorría el sentimiento de “quizás no soy suficientemente buena” que era durísimo para una joven con poca experiencia.

Por tres meses no obtuve ninguna respuesta, NADA. No sabía qué más hacer y, cómo me considero una persona ansiosa, recurrí a mi primo Pablito para que me haga una carta natal. El 26 de agosto de 2019, el día de mi cumpleaños, fui a lo de mi primo, y con unos mates me fue comentando sobre lo que iba a ser mi próximo año. La carta natal es un mapa que ayuda a cada persona a entender sus características según el movimiento de los astros en el momento en el que uno nació. Te cuenta ciertos acontecimientos que sucederán en tu próximo año, por lo que le pregunté si iba a conseguir trabajo y me respondió: “Sí, a principios
del año que viene, así que no te desesperes ahora y seguí disfrutando”. Luego se deslizó una charla en la cual él me decía: “Vas a trabajar toda tu vida, por qué querés arrancar ahora”. Y mi respuesta siempre era: “Aprendés más haciendo”. Sin spoilear, pero así fue definitivamente.

Hasta que llegó ese día: La primera entrevista. Se comunicaron desde una empresa de publicidad para entrevistarme para un puesto de recepcionista part-time. Era un puesto a cubrir que me había recomendado mi entrenador de hockey en ese momento (nada que ver) que era amigo del dueño. Me dijeron que querían entrevistarme, me pasaron la fecha, que era en una semana, y la locación. Fue una semana previa muy dura ya que estaba muy nerviosa. Miraba videos en YouTube para ver consejos de entrevistas, posibles preguntas, practicaba frente al espejo, hasta me compré una camisa especialmente para ese día.
El 20 de noviembre de 2019 me levanté, preparé el desayuno, unas tostadas con queso y mermelada y un café, me senté en la mesa de la cocina y mientras desayunaba me puse a leer mi CV. Mi tía me había aconsejado leerlo y saberlo bien por si me preguntaban algo. Luego fui hasta mi cuarto y me cambié, me puse una camisa con flores, un pantalón blanco y unas sandalias. Me maquillé muy sutilmente, estaba linda. Agarré una cartera, puse mi CV impreso, ya que mi mamá me había aconsejado llevarlo (es de la generación del ’84) y agarré las llaves del auto. Emprendí el camino hacia la locación que me habían dicho. Era en Vicente López, a 3 cuadras de la estación. Recuerdo decirme a mí misma: “Es clave la ubicación, puedo venir en el tren, me queda re cerca”. No me olvido más los nervios
que tenía ese día, se me revolvía la panza, me transpiraban las manos y la espalda, repetía respuestas en mi mente y demás. Llegué media hora antes, pero esperé en el auto, ya que me habían dicho que era molesto llegar tan temprano. A las 15 hs en punto, toqué el timbre, esperé 5 minutos y me vinieron a abrir.

Me recibió una chica super joven, vestida re casual y con una sonrisa muy amigable. Me hizo pasar y luego esperar en una silla ya dentro de la oficina. Recuerdo comerme las uñas mientras miraba toda la oficina y me repetía a mí misma: “Tranquila, no es tan grave”, “si no quedás seguro conseguís otra cosa”, pero yo ya estaba enamorada del lugar. Claro, una agencia de publicidad, todo de colores, informal, estaban los perros de los empleados, mesa de ping-pong, una locura. Y, además, me quedaba cerca de casa.

Hasta que entró un joven con su perro y me dice: “Hola Martina, yo soy Pedro y te voy a entrevistar” y comenzó súper casual preguntándome cómo estaba y dónde me había ido de vacaciones. Lo demás es lo usual de cualquier entrevista, me preguntaron cómo había sido mi experiencia en el colegio, mis debilidades y atributos, qué animal me gustaría ser y no mucho más. El error de esa entrevista tras los años fue muy obvio, hablé mucho de más.
Hablé mucho de mí, de mis gustos, de mis amigas que quizás no era ni el lugar ni el
momento adecuado para hablarlo. Me fui mucho por las ramas, me creí una amiga cuando no lo era. Me confundió el ambiente y el entrevistador tan joven y canchero. Igualmente recuerdo que salí y dije, no me fue tan bien. No me sentí muy cómoda hablando, no fui yo, sino que me quise agrandar o mostrar algo más de lo que era. Recuerdo subirme al auto y mandarle un mensaje a mi hermana diciendo “no creo que quede”. Y luego, llanto del estrés. Había acumulado mucho nerviosismo y estrés por esa primera entrevista que no salió tampoco como lo esperaba.

En mi segunda entrevista tenía los mismos nervios, pero me fue bien; me contrataron, pero ahí comenzó la segunda crisis. ¿Seré capaz? Discutía con mi mamá “¿Y si no sé cómo hacer lo que me piden?” y le decía: “Bueno, cualquier cosa te llamo”. Tenía muchísimo miedo porque me consideraba poco capaz para cualquier trabajo, me decía a mí misma todos los días “yo no sé nada” y mi mamá me respondía: “Vos sabés hacer más de lo que creés, y si no lo irás aprendiendo”, y “cuando contratan a gente joven sin experiencia ellos saben lo que hacen y hasta a veces lo hacen como academia para formarte”. Me daba mucho miedo no poder lograr lo que me pidieran, de no ser suficientemente buena.
Realmente creía que en el colegio no había aprendido nada, pero no fue tan así.

Entré a Fertilis el 3 de marzo de 2020, tras esa segunda crisis emocional. Fertilis es una clínica de fertilidad ubicada en San Isidro, Buenos Aires. Es una pyme que cuenta con muy pocos empleados, procesos básicos y atención al cliente simple, por eso creo que mi primera experiencia laboral fue increíble. Trabajar en una pyme te permite aprender de los procesos mínimos para llevar adelante una empresa, en un ambiente familiar y chico.
También te permite ganar responsabilidades y tomar decisiones a través del tiempo. Mi puesto a cubrir era cuentas a pagar y trato con proveedores, una tarea que era
relativamente fácil.

Mi primer día fue muy positivo. Recuerdo que llegué, me hicieron esperar a Paula, quien ocupaba mi puesto en ese momento y yo era su reemplazo. Era una chica de 24 años, super amorosa, que me mostró todas las instalaciones, los lugares comunes y me presentó a todos los empleados que no eran más de diez. ¿Estaba nerviosa? La respuesta es sí, pero me sentí en un ambiente muy cómodo al ver que todos los empleados eran relativamente de mi edad a pesar de ser yo la más chica con 18 años. Mi jefe Patricio fue un eslabón muy importante para mí en ese paso, ya que se sentaba al lado mío cual maestra de primaria y me explicaba cada uno de los procesos, cómo mandar mails, cómo usar Excel y demás. Él realmente quería que aprendiéramos y que nos desarrollemos como profesionales; por ende, te daba lugar a la equivocación y a la corrección de ese error y nunca te soltaba la
mano. Una vez, realizando las transferencias de millones de pesos a los proveedores, le transferí un monto mucho mayor de lo que realmente le tenía que pagar. Desesperada y a punto de llorar, le comenté a mi jefe y él muy simplemente me dijo: “No te preocupes, vamos a armar algún método de doble check para que no vuelva a pasar”, “ahora llamamos al proveedor juntos y le explicamos la situación”. Ahora el doble check es parte de mi día a día en el ambiente laboral.

En esa empresa estuve dos años y me fui solamente para seguir creciendo como profesional; fue una experiencia tremenda y aprendí muchísimo, mucho más de lo que me hubiese imaginado. Los nervios comienzan a irse, te empezás a dar cuenta de que sos mucho más capaz de lo que creías, y te sentís mucho más cómoda y empoderada en cuanto al trabajo.
Aprendí desde mandar un simple mail o contestar un llamado telefónico, a realizar
conciliaciones bancarias, utilizar todos los sistemas operativos, arqueos de caja, arqueos de saldo y demás.

Hoy en día me encuentro trabajando como pasante de marketing en una empresa
multinacional de consumo llamada Haleon. Un área que siempre soñé con explorar. En la entrevista para este puesto me consideraban sobre calificada ya que no solían entrevistar para el puesto de pasante gente con experiencia, pero consideraban que dependía de mí y mi voluntad el trabajo y la importancia de mi rol. Me encuentro realizando todo tipo de tareas que me encantan y sigo aprendiendo, que es lo más importante a nuestra edad. Mucho mejor parada en el ámbito laboral y, llenándome de experiencias, siento como voy creciendo como profesional y aprendiendo de los profesionales con más experiencia que yo.

El ambiente laboral y trabajar, no solamente te da experiencia profesional, sino que también te da muchas experiencias personales que te ayudan a desarrollar tu personalidad y tu forma de ser. Te llenás de experiencias de vida en un ámbito que al fin y al cabo va a ser un ámbito común por muchos años de tu vida adulta. Hace dos semanas tuve un chat and coffee con el CEO de mi empresa actual, y nos dijo a todos los pasantes: “De los 20 a los 30 es la época de probar, de equivocarse, de ver qué rubro te gusta, qué hobbie te gusta.” “La vida puede ser muy corta pero también muy larga si te dedicas a algo que no te gusta”. “No priorices el dinero, priorizá tu conocimiento, transformar tus debilidades en fortalezas, tu
educación, y a vos como persona”. Así que mi consejo es, al igual que el CEO, cruzá el umbral, equivocate, probá. Aprendés mucho más haciendo y fracasando que viendo los miedos a lo lejos.

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