Desde las 10 de la mañana se veían fanáticos con la camiseta de Messi viajando de diferentes puntos catalanes hacia Barcelona. Colapsaron los metros en el interior de la ciudad y en la superficie hicieron cola en los bares más populares para ver el partido; seguramente haya sido la final más emocionante de toda la historia de los campeonatos del mundo.
Según el Ayuntamiento catalán el Arc de triomf (Arco del triunfo) albergó entre 8000 a 10.000 aficionados de La Albiceleste en su consagración como campeón del mundo. Argentinos recién llegados al país, extranjeros veteranos e hijos de argentinos nacidos en tierra española, todxs unidos por la final de las finales.
Durante el partido se vivió una calesita de emociones que giraba entre alegría, tormento, nervios y agonía; por suerte todo terminó en saltos y festejos. Dos horas después del pitido final, no cabía un alma más en una de las fiestas más grandes que vivió la capital catalana.
Subidos a los monumentos históricos y luminarias con bengalas se hacían presentes los cantos: »muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar» y los que no eran argentinos se sentían invitados por el »vení, vení, cantá conmigo, que un amigo vas a encontrar». De la mano de Leo Messi y compañía cumplimos el sueño de ser campeones del mundo una vez más después de 36 años. En todas partes del mundo demostramos que nuestras actitudes de festejo y pasión surgen de un pueblo sufrido pero unido: La pasión argentina contagia a todxs.