Pilar Sordo cuenta a través de su propia experiencia cómo luego de sufrir un severo «surmenage» comenzó a prestarle atención y codificar los mensajes enviados por su cuerpo. Decidió parar y no esquivar aquello que le estaba sucediendo para lograr verse como un ser integral y no una sumatoria de síntomas. Escucharla en una entrevista me hizo inevitablemente trasladarlo a mi vida, a mi entorno, y ver cómo lo mismo se refleja en la sociedad.
Si partimos de algo tan simple como la forma en que comenzamos nuestro día, un ruido nos despierta y nos alerta: ya finalizó nuestro descanso. Es allí donde lo primero que hacemos es conectarnos a alguna red social con el fin de informarnos, llenar nuestros pensamientos con las trágicas noticias que sucedieron en nuestra ausencia. ¿No empezaríamos mejor el día, de mejor humor, si comenzáramos escuchando la música que nos gusta? ¿No sería un mensaje más positivo para nuestro cuerpo?
Vivimos en una sociedad cada vez más consumista, donde los objetivos de la mayoría se rigen por la obtención de dinero y no por la búsqueda de aquello que nos hace felices. Estamos todo el tiempo pendientes de la mirada ajena, sumergidos en una competencia constante con nuestros pares, buscando ser reconocidos.
En la actualidad la tecnología es una herramienta que muchas veces en vez de ayudarnos nos bloquea como personas. En vez de crear vínculos sanos, nos aleja de nuestro círculo, nos encierra en nosotros mismos. ¿Estamos tan acelerados que un emoticón refleja lo que sentimos y no podemos llamar a una persona para escuchar su voz? ¿Cuánto nos atraviesa la tecnología que nos pasamos a reir con un jajaja en vez de reirnos con nuestro cuerpo a carcajadas?
Creo que es momento de parar la pelota y volver preguntarnos muchas cosas que creemos establecidas. Ya que la vida es una, es importante tener objetivos y trabajar por ellos pero también importante disfrutar el camino, las pequeñas cosas, el aquí y ahora del hoy. La felicidad está en cada cosa que realizamos.
