Adrián vive hace quince años en el delta de Tigre donde se dedica a pintar, leer y pensar. Ahí tiene su taller, sale y observa, trabaja con grandes bastidores en su entorno. Algunos los llaman “paisajes” aunque su vista no pone distancia, es una mirada desde adentro, es parte de lo que (re)presenta. Dos casas sobre pilotes al fondo de un terreno a treinta minutos de la estación fluvial, casa y taller. El terreno vecino está desmalezado pero al fondo se ve una vegetación más tupida. Una gallineta de cola azul se acerca, Adrián le tira un pedazo de pan desde la ventana, entra y sale de la escena como un velociraptor.
Estás metido en la pintura y en la vegetación, no veo la contemplación y los paisajes que comentan en algunos textos que leí sobre tu trabajo.
Esos son los lugares comunes del que escribe, lo primero que ponen es: paisaje, contemplación, van juntos. Son los lugares comunes de quien escribe hay una idea romántica de la naturaleza ahí. No pasa por ahí, soy pintor, a mi me interesa lo pictórico y los paisajes son una manera de sacarme de encima el tema. Cuando empezás a pintar tenés una preocupación por qué pintar, qué tema. Es un problema para los pintores cuando salen de la escuela, cuando empiezan a pintar, en general empezás a copiar temas de lo que anda dando vueltas, o la gente que va a talleres particulares directamente ahí lo resuelven y salen todos pintando lo mismo. Para mí el paisaje es una manera de sacarme de encima el tema, de qué hablar. Ponerme a pintar directamente y ocuparme de lo pictórico.
¿Qué paisajes te interesan?
Estoy investigando el paisaje y está apareciendo material nuevo. El paisaje aparece con los pintores del siglo XVI y es en el XIX, con los impresionistas, cuando cobra plena autonomía. Ahora estoy leyendo unas investigaciones sobre paisajes japoneses y chinos. La oposición naturaleza-pintura, el paisaje y el hombre, se deja de lado. Me interesan las investigaciones donde el paisaje pasa por el ojo. Los paisajes que hago son del monte para adentro. En las primeras muestras trataban de pegarme al Tigre, todas las muestras eran “paisajes del Tigre”, “el artista del Tigre”, cuestión del marketing de los galeristas. Todo el mundo está hablando del Tigre pero no hay muelles, no hay lanchas. Son paisajes del monte para atrás. Bueno, acá había un monte, acá atrás que ahora lo sacaron.
Eso es interesante para pensar del Delta, uno ve distintas maneras de apropiarse de la costa. Desde la estacada algunos la construyen con madera, otros no ponen nada, otros tiene un fuerte de hormigón. Los materiales te dan una idea de cómo se habita y se transforma el espacio. El agua es algo que se apropia de los lugares, si uno puso cemento de un lado, el agua rebota y por algún lado va a pasar.
Buenos Aires es un pantano sobre la costa y lo negamos totalmente. El agua está ahí. Buenos Aires no mira el agua, no mira nada. Es atroz lo que hacen acá con las costas y los jardines. Lo ves en todas las provincias, porque vas a Santiago del Estero y ves que hacen lo mismo: sacan el monte y ponen chalecitos tipo nordelta, con pinitos. La cultura es negación, no es una cultura de ser; lo que no es ser no existe. No es una cultura que haga una conciliación, un intermedio. Acá ves las casas viejas, de madera que están dobladas, esto es tierra blanda que está todo el tiempo moviéndose, en cambio, las casas de hormigón se quiebran, se rompen todas. Ahora les ponen unos encadenados, cada vez más hormigón, cada vez más rígido. Una cuestión de rigidez, es una visión de adaptación, de rigidez. Me acuerdo cuando me mudé que le decía al vecino “no hace falta cortar el pasto tan prolijo”. La gente corta el pasto contra el borde. Dejá algún pasto, no pasa nada. Es una posición de rigidez que no aporta. Con la pintura también hay muchos conceptos, en general los conceptos más clásicos son que uno se expresa, el cuadro lo hice yo, así lo quise hacer, lo que quise decir. La gente se ubica en ese lugar y desde ahí te trata de explicar un cuadro, «yo quise hacer esto». La imagen se dispara para mil lados, y el trabajo es inconsciente, no sabés cuándo estás pintando o escribiendo, para dónde va a disparar. El trabajo es inconsciente.
Se puede pensar que algo que hace una persona en realidad lo hacen un montón de circunstancias. En este caso se dispusieron para que uno agarre un pincel y pinte, hacen que estés acá y produzcas ésta imagen. ¿Existe esa voluntad personal de vivir acá y pintar?
Cada vez me convenzo más de que no hay ninguna voluntad del pintor. Somos más inconscientes de lo que creemos. Se argumentan motivos. Uno trata de entenderlo, trata de ponerle una explicación que tranquilice, pensar, saber para dónde vas, qué vas a hacer. Cada vez creo más que no.
A nivel pictórico, ¿cómo te interesa trabajar? ¿Cómo trabajás el espacio y la luz?
Dentro del cuadro trabajo el color y el espacio. Trabajo afuera, empiezo mirando, después no miro más. Es raro y complejo. El paisaje está cambiando todo el tiempo, nada está fijo. Las luz va girando. En general podés trabajar de la mañana hasta el mediodía y después podés trabajar sobre otro bastidor del mediodía a la tarde. Cuando la luz pasa al otro lado ya tenés que cambiar porque lo que era claro ahora está oscuro y ya es complejo. Hay que cortar y empezar otro cuadro. En general es uno de la mañana, uno de la tarde y después otro a la noche.
Y, ¿en cuanto a la técnica?
Trabajo con fondos de colores, a veces lisos, a veces con muchos colores, sin idea de qué voy a hacer. En general son colores que no tienen nada que ver, puede ser rojo o dorado, o colores flúor. El color tiene transparencia y la luz lo atraviesa y rebota en el fondo. Si tenés un fondo blanco el color tiene determinada intensidad, el color siempre se va a transparentar y el fondo te lo va a modificar, es algo muy sutil. Si comenzás con un fondo rojo, el color siempre actúa, va a vibrar y le va a dar más profundidad. Empiezo con manchas de colores, sin saber y después arranco con una intuición, un día como hoy, está todo gris, digo “uy, voy a comenzar con estos grises” pero cuando empezás a trabajar la paleta se va para otro lado, nunca terminás con lo que querías hacer. A veces empezás, decidís, marcás un boceto, pero en general arranco con los colores que tengo, estos son claros, estos son oscuros, por grupos, los verdes, los tierras. Las bases son en acrílico y después trabajo con óleo. El acrílico en sí no me gusta porque es muy plástico, le da a todo una superficie muy pareja, pero si lo cortás con otro material ya levanta. El tema de los contrastes, si tenés algo muy parejo, lo cortas con otra cosa y le da otra dimensión.
¿Pintás solo en el Delta?
El año pasado fui a Misiones, a El Soberbio, Saltos del Moconá, selva. Fui con amigos y con mis pinturas, muy entusiasmado buscaba y daba vueltas hasta que me di cuenta que el paisaje lo tenía en la cabeza. Era todo más exuberante pero no coincidía con mi imaginario. No me encontraba con el paisaje para pintar. Las profundidades, las sutilezas, las formas, no coincidían. Estas imágenes se aproximan a una imagen mental. En los últimos trabajos incorporé la fotografía y me resultó rarísimo, no es mi intención hacer hiperrealismo entonces me di cuenta que empezaba a trabajar con la memoria y es más difícil que pintar del natural. Me di cuenta que hay todo un trabajo de la memoria y es a raíz de esto que te cuento de Misiones: de darme cuenta que no coincidía lo que tenía en la cabeza con lo que tenía afuera. Hay una correspondencia, una conciliación, entre el afuera y adentro.
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