Soledad Barruti no es nutricionista, no es médica, ni tampoco es socióloga; pero hay algo que sí es: periodista, y con eso fue suficiente para poner en cuestionamiento la industria alimentaria con el objetivo de generar conciencia sobre qué se come y consume en nuestra sociedad. En 2013 publicó su libro “Malcomidos”, una investigación en torno a la alimentación en Argentina que se convirtió en bestseller al presentar un material de divulgación desconocido, tamizado o muchas veces distorsionado por otras fuentes de saber.
Frente a una mesa dividida entre alimentos ultra procesados (galletitas dulces, gaseosas, bebidas isotónicas, cereales en caja y jugos en polvo) y otros naturales (en escasa proporción), Soledad Barruti comienza la charla en una de las aulas de Ott Educación Superior donde se tomó el tiempo de leer los ingredientes de cada producto para explicar la importancia de entender de qué están compuestos, cómo están fabricados y cuál es el efecto que produce en el cuerpo el consumo de cada uno de ellos: “No podemos pensar que somos impermeables a una artillería que fue creada justamente para darnos una idea de consumo saludable y nutritivo; todos estamos igual de expuestos a todo esto y requiere de un esfuerzo muy grande sortear las góndolas de los supermercados y salir indemne.»
“Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), desde el momento en que empezamos a sustituir las frutas y verduras por alimentos ultra procesados, la calidad de vida y la salud de las personas empezó a disminuir”, dice Barruti y explica cómo a través de los medios de comunicación y las publicidades se está imponiendo una forma de alimentación donde: “El 85% del marketing de alimentos está puesto en servicio de productos que son inadecuados por su exceso de azúcar, grasa y sal. Están creando en la sociedad ninguna herramienta para poder discernir entre lo que es sano y lo que no”.
Durante la hora y media que duró el encuentro, Soledad Barruti hizo hincapié en que la sociedad está imbuida en un sistema creado para confundir y generar consumo de productos nocivos para la salud con el beneficio único e individual de las empresas y grandes productores: “cuanto más se va corriendo la frontera de una forma de producir que es destinada al agro negocio y no a la agricultura, menos lugar tienen los agricultores”.
En un recorrido por imágenes y videos sobre cómo se maltrata y explotan los cuerpos de los animales para producir en menor tiempo mayor cantidad de alimentos, Soledad demostró el abuso y la demencia con la cual se actúa: “La producción de alimentos se ha vuelto cada vez más violenta porque piensan en los animales, las plantas y las personas como cosas y no como seres vivos. Mundialmente estamos produciendo comida para doce mil millones de personas cuando somos siete mil millones de personas en el mundo y todavía hay mucha población que no tiene para comer”.
Pareciera no haber salida por donde huir si las empresas, los medios de comunicación, los grandes productores y los gobiernos están aliados para hacer creer a la población que la única manera de producir y consumir es a través de la explotación de animales, la implementación de agroquímicos y la venta de alimentos ultra procesados. Por suerte hay propuestas para resolver el nudo gordiano: “Una receta para salir de este infierno es evitar el supermercado y volver a los mercados de barrio, identificar los alimentos de verdad que permiten una diversidad de recetas, sabores y reencuentro que los ultra procesados no te aportan. La mejor manera de darle de comer al mundo es volviendo a una producción variada, diversa y fragmentada a pequeña y mediana escala”, da como consejo Soledad Barruti y concluye: “No creo que haya que tener una vida vegana, sino que hay que tener una dieta que refleje el paisaje que queremos construir”.