Nro 05 Viajar & Disfrutar

Volar

Escrito por Florencia Buosi

Capadocia es un lugar que parece haber sido sacado de una película. Antiguamente la gente construía sus viviendas de forma subterránea y entre las montañas, por lo que su geografía es muy original y llamativa.

En 2014 fui testigo de un gran viaje en mi vida. Se cerraba un ciclo y daba pie a la aventura que estaba por vivir. Los destinos elegidos no eran los usuales, y la forma en que se había desencadenado la previa tampoco. En una semana me sumé a un viaje, saqué pasaje y sin pensarlo mucho decidí vivir el hoy. Estambul, Budapest, Grecia fueron parte de este capítulo. Pero el más esperado por el grupo era Capadocia en Turquía. Al ser varios los lugares por recorrer, decidimos optar por el medio de transporte más barato; y luego de viajar 10 horas en micro, dormir en el piso y convivir con toda clase de olores empezamos a vislumbrar nuestro objetivo entre las montañas. Capadocia, es un lugar que parece haber sido sacado de una película. Antiguamente la gente construía sus viviendas de forma subterránea y entre las montañas, por lo que su geografía es muy original y llamativa. Actualmente el lugar vive casi exclusivamente del turismo y de la atracción principal, por la cual miles de viajeros se acercan año tras año: el viaje en globo.

Anticipadas a la gran demanda habíamos decidido sacar el ticket para el vuelo con el dueño del Hostel en el que nos hospedamos en Estambul. Confiadas en que todo nos estaba saliendo cual lo planeado mostramos los mismos al gerente del Hotel de Capodocia dando pie a lo que sería una odisea. Los mismos no correspondían ni al día ni al horario por el cual habíamos pagado. ¡No lo podíamos creer! Empezamos a llamar a quien nos los había vendido pero no contestaba. La situación parecía superarnos, solo habíamos ido a aquel lugar por 2 días, no podíamos quedarnos más y estábamos en plena temporada alta, por lo cual los tours estaban abarrotados. Creo que nuestras ganas y la buena energía hicieron que nos encontráramos con la gente indicada. El dueño del Hotel del lugar, que desde el momento uno se preocupó por nuestra situación nos ayudo y luego de tener que pagar por segunda vez nuestro paseo (ya que nunca recibimos una respuesta digna de nuestro primer vendedor) llegó el día. Ya no nos importaba nada, solo queríamos volar.

Esa madrugada el despertador sonó 3 am, pero creo que nuestra excitación y los nervios vividos hasta el momento hicieron que nadie durmiera la noche anterior. 4 am era el horario de vuelo, y por lo que nos habían dicho era el mejor para disfrutar de la salida del sol estando en el aire. Grupos de turistas se iban amontonando en el lugar donde nos reuniríamos para partir. Todos muy preparados con sus cámaras de última tecnología, con mucha ansiedad por lo que estaba por pasar. Luego de disfrutar de un gran desayuno la gente ya se iba impacientando. El bullicio comenzaba a aumentar, el tiempo pasaba y no se escuchaban noticias de nuestro horario de partida. Nos acercamos a uno de los organizadores para consultar por la situación. Su respuesta nos dejó paralizadas. «El viento no es el mejor, hay que esperar hasta que no sea peligroso». Si el viento no cambiaba el vuelo se suspendería y volveríamos a casa sin cumplir nuestro objetivo. Después de una hora, entregadas a lo que sucediera, una voz acalló a la muchedumbre provocando un aplauso ensordecedor: «Now we can fly!» No nos entraba la sonrisa en la cara, había llegado el momento tan esperado. Fue una experiencia mágica, el cielo pintado por el sol saliente y los colores de más de 100 globos volando al unísono. Para cerrar el día, un champagne nos aguardaba en tierra para brindar, yo en particular para agradecerle a la vida por regalarme otro momento único que guardaré siempre en mi memoria.

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