Modos de Ver Nro 03

Aguas abiertas

Escrito por Adela Salzmann

«Aguas» es el nombre que lleva el libro de poemas de Alicia Genovese. Cuarenta y un poemas sobre las aguas abiertas y sus nadadores donde el agua, siempre distinta, «toma la fuerza / de un animal prehistórico.»

¿Cuál es tu relación actual con las aguas?

Alicia Genovese: Tengo una relación de cercanía con el agua que fui descubriendo, y quizás construyendo, con los años. Cuando era adolescente mis padres se fueron a vivir a Necochea y ahí fue la felicidad del mar todos los días en las vacaciones. Después durante los años que viví en el norte de Florida, en EEUU, estuve rodeada de ríos y manantiales, además del mar hacia un lado y hacia el otro que no era el mismo mar. Más cálido y más calmo en el Golfo, más frío y con un color turquesa intenso en el Atlántico. Me gustaba mucho ir por los ríos de Florida, el Santa Fe, el Silver, el campus de la Universidad tenía pequeños lagos y llegaba el brazo de algún río donde podían verse lagartos en la orilla. Después el Delta. Creo que a partir de estos lugares se creó un imaginario muy fuerte en mí relacionado con el agua y que se fue trasladando al modo de encontrar referencias en la escritura de poesía.

¿Cómo es tu experiencia de tránsito y estadía en el Delta?

Cuando volví a la Argentina empecé a ir seguido al Delta, alquilaba casas los veranos, iba con mi hija muy chica entonces. Con el tiempo compré un terreno y gracias a una beca pude construir una cabaña que es el lugar adonde suelo ir cada vez que tengo tiempo, sobre todo en los largos veranos. No es sólo el lugar del agua sino también el que me posibilita la escritura. A veces me llevo una pila de libros imposibles de leer en medio de la actividad que tengo en la ciudad; cargo con un desorden de anotaciones que en el silencio del Delta y en el tiempo privilegiado que genera, más ancho, más dilatado, esas anotaciones se convierten en poemas, en libros, en ensayos.

Entre nadadores y poesía, ¿qué cruce te interesa?

El cruce entre nadadores y poesía fue surgiendo a medida que escribí los poemas de Aguas, no tenía una idea previa. Al principio me interesó sobre todo esa soledad de los nadadores de aguas abiertas, esa experiencia de diferenciación de las aguas que ellos hacen a partir de una exploración vivida con todo el cuerpo. A medida que corría la escritura se fueron estableciendo asociaciones con el trabajo solitario de  escribir y con el placer y el peligro a la vez, de sumergirse y ser llevado por el agua o por el lenguaje. En la poesía o en las aguas el camino se va haciendo a medida que se escribe o se nada. Puede haber alguna meta, alguna orientación pero se depende mucho de lo que se pueda hacer o encontrar en ese momento. Hay además una relación vital entre la actividad de nadar y la de escribir, que creo que es esa búsqueda constante de orillas, de agarres, de lugares que nos ofrezcan un cable a tierra, pero sin perderse la delicia de soltarse, de andar en el agua, en esa pérdida de gravedad.

¿Qué permite el agua en la escritura?

A mí me pone en perspectiva con el paisaje natural que por su abertura, por su inmensidad tiende a tranquilizarme. Creo que también es un espejo de lo que puede fluir y cambiar y es importante mirarse en él, ser conscientes de que cualquiera sea el momento en el que estemos, es un momento que es parte de un transformación. Eso es algo muy vital que incita a un carpe diem, a un aprovechar el día.

¿Qué influencia tiene Crawl de Héctor Viel Temperley en Aguas?

No sé si tiene una influencia directa, fue una lectura que hice hace muchos años y que he ido releyendo, a veces para analizar la poesía de Viel Temperley o para dar clases. En fin, no sé precisar si hay o no o cuál será la influencia, pero con toda la admiración que me produce ese libro, como otros de Viel, no podría identificarme con el yo poético de Crawl. No soy creyente en el mismo sentido que Viel, por ejemplo, no soy una nadadora, puedo nadar unos pocos metros y con cero técnica. Lo mío es más contemplativo si se quiere.

aguas

Los nadadores de aguas abiertas
hablan del agua, incansables;
la diferencian, la asocian
como si persiguieran
un rastro infinito.
El agua que describen
no es solo agua,
entre el pedregullo y las arenas
se carga de sólidos
entre las corrientes
toma la fuerza
de un animal prehistórico.
Más densa, más liviana,
amarga, abrazadoramente cálida.
El agua en la que se sumergen
nunca es la misma,
pero no repiten,
encarnan precarizada
la frase de Heráclito.
Los nadadores testean
cuando respiran tensos
al filo de la hipotermia,
cuando el barro del fondo
enturbia las antiparras,
cuando se dejan ir también,
en un placer amniótico.
Más tersas, más ásperas,
más dulces;
cuando la brazada avanza
descubren. Levantan
esa planicie inestable
buscan cómo sostenerse
o remontar,
igual que en el gran océano
del vivir,
qué objeto servirá
para fijar el rumbo
o qué es el equilibrio
sin apoyo.
En el aliento
la obsesión por el agua.
Los nadadores alzan
oscuras masas de soledad;
emergen entre enormes
intocadas masas líquidas,
siempre al borde
de ser tragados,
siempre en el límite
de lo incompatible.
En una deriva
picada por vientos
entre algas y desechos
de los tiempos modernos
nadar el mar
como se nada lo real.
Abro la puerta de mi casa,
soy la nadadora
que con los brazos vuelve
a un rudimentario atavismo.
Espíritu del agua,
abrime el paso,
mundo de la carne
y de los intercambios humanos
voluptuoso y denso,
cuál es el resquicio:
agua reticente atravieso
agua herida, agua
del primer sí.

Aguas, Alicia Genovese / Ediciones del Dock / 70 págs.

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