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Laura Babahekian, guardiana de los océanos

Escrito por Adela Salzmann

Exploradora y comprometida con la protección de los océanos, Laura Babahekian es camarógrafa subacuática y lleva más de 15 años en el registro audiovisual de espacios naturales subacuáticos en Oceanía, Asia, Medio Oriente, Latinoamérica, Antártida y el Ártico.

Se formó como dive master de buceo y apneísta profesional; comenzó a documentar eventos deportivos de apnea y eso la llevó a querer registrar la belleza de los océanos, a trabajar en expediciones científicas y realizar documentales. Actualmente, como artista visual, lleva adelante proyectos de conciencia ambiental donde une el trabajo de muchas disciplinas en las aguas.

Como Nausicaä del valle del viento, Laura es la guardiana de los océanos. Amiga de las especies marinas y los ecosistemas acuáticos, está completamente dedicada a la protección de los océanos y considera al arte como un puente entre la ciencia y las personas. Laura se conecta por Zoom, recién llegada de la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires, me cuenta que salió a las 5 AM y que llegó hace un ratito. Ella creció ahí, muy cerca del parque acuático Mundo Marino

(Ya sea por capricho o por magnetismo se sugiere escuchar el disco Oceans de Enya mientras leas esta entrevista y, por recomendación de Laura, escuchar el tema Viajo con el sol de El Plan de la Mariposa cuando la termines de leer). 

¿Te estás metiendo al agua?
Sí, ahora que me vine a Buenos Aires estoy padeciendo mucho el frío porque es muy húmedo. No sé cómo voy a hacer cuando vuelva a Madryn. Estoy sufriendo el frío que siempre me gustó. Igual, sé que cuando esté de vuelta allá cambio el chip. 

Me pasó hace poco en el lago Gutiérrez, en Bariloche, me metí en invierno sin traje y la sensación fue la de sentir la sangre correr. 
Me pasó en Ushuaia, me metí al agua en malla y sentía la sangre correr y también me pasó que sentía el frío en los huesos. Quizás no tiene mucho sentido, pero no lo sentía a nivel superficial sino muy profundo. Cuando salí y quise recuperarme era tan profundo el frío en el cuerpo que no me alcanzaba taparme ni abrigarme. Allá estuve con Mariana Duce que es especialista en aguas frías y me dijo que tenga paciencia, que de a poco iba a recuperar. 

¿Estuviste mucho tiempo en el agua? 
Nadé 100 mts. Entramos con una embarcación y yo me metí medio kamikaze porque salté al agua y empecé a nadar para la costa. Cosa que no está tan bueno, no le di tiempo al cuerpo para adaptarse. Hice 100 mts nadando rápido para mantener el calor del cuerpo. Fue muy intenso y muy lindo. Es como un dolor lindo. 

Sufritar. Sufrir y disfrutar, como dice Esther Núñez en el documental de DEPORTV sobre Aguas Abiertas
Bueno, la vida. 

¿Por qué es importante unir a las personas con la ciencia a través del arte?
Siento que el arte, que invoca a las emociones, la sensibilidad, a un lugar más social, puede hacer llegar el mensaje de la ciencia a través de un camino mucho más sensible hacia la comunidad. La ciencia maneja un lenguaje que no todos manejamos. Lo manejan sobre todo lxs académicxs especializadxs en ciencia y existe la necesidad de intermediar entre biología, oceanografía, bioquímica y otra persona que no maneje el mismo lenguaje.

Como artistas es importante que seamos intermediarixs. Las personas que nos dedicamos al arte o a una mirada más social, tenemos una forma de ver las cosas un poco más abierta, con muchas preguntas y sin aceptar las respuestas exactas o tan determinantes. Y, si bien en el mundo de la ciencia hay preguntas, y eso es algo que tenemos en común, sin embargo, apuntan a respuestas más exactas. Para validar necesitan comprobar. Unx artista simplemente se pregunta y deja las puertas abiertas a la interpretación. No hay algo que esté bien o mal.

Además, el arte es una herramienta para que la ciencia comunique de forma sensible. También sucede que las personas de la ciencia quieren manifestar y expresar a través de relatos y de imágenes. Por un lado, porque necesitan comunicar a través de la imagen, pero no se conforman con un simple registro documental, sino que buscan lograr algo más artístico. Quieren transmitir también desde la danza, la música… Es interesante para no encasillar. Son descubrimientos que aparecieron a través de la práctica. 

Actualmente, participás de proyectos para promover la cultura oceánica ¿Cuáles son estos proyectos y a qué se dedican? 
En mis inicios en la práctica de registrar y hacer imágenes comencé con @deaquavivo a documentar la belleza que existe y nos rodea. Después, me di cuenta que había cosas que no estaban del todo bien. Me encontré con la matanza de los tiburones, con la contaminación, con los plásticos. Dije, pucha, no alcanza con hacer fotos. Necesito involucrarme desde otros lugares. Ahí fue cuando hice un clic. 

Además de hacer fotos de paisajes y lugares, estuve muchos años dedicándome al deporte. Documentaba mundiales de apnea. En esos registros también era intermediaria, buscaba transmitir el deporte y la emoción del deportista a través del arte. Lograr transmitir lo que atraviesa un deportista, el miedo, el éxtasis, la preparación… Para mí era importante poder decir, ché, esta persona no solo va a competir, le están pasando un montón de cosas antes y después.

Y con el tiempo apareció la necesidad de involucrarme y comprometerme desde otro lugar para aportar a la sociedad y el medio ambiente. Participé de la cumbre por los océanos donde hice esta propuesta y surgió la posibilidad de presidir una organización y armar un equipo de personas acá en Argentina. 

Mi propuesta fue armar un grupo interdisciplinario. Ese grupo estaba formado por una arquitecta, una politóloga, un oceanógrafo, una licenciada en ciencias ambientales. Ahí empecé a trabajar en un proyecto que se llamaba Time to Sea, cuyo objetivo era poder documentar los condrictios, que son los tiburones acá en Argentina, y también poder contar sobre las problemáticas de los humedales marinos.

Esa fue la primera intervención donde pudimos fusionar el arte, la documentación y la ciencia. Hicimos expediciones, y a partir de ese proyecto empezaron a salir otros proyectos paralelos. Uno es el atlántico sur, donde trabajo en equipo con dos biólogos, con quienes vamos documentando acá en Argentina el atlántico sur. Siempre me interesa mostrar, como hice con el deporte, el detrás de escena, cómo llegan lxs científicxs a esos lugares. Lo que atraviesan y qué pasa cuando encuentran o no lo que buscan. Participamos en expediciones donde mostramos el detrás de escena y también abajo del agua. Todos estos proyectos están activos y suceden en paralelo. 

En cuanto a La danza del mar, es muy especial porque se muestra todo el proceso de creación. El mar y el agua tienen un ritmo muy diferente al que manejamos nosotras, las personas. ¿Podemos escuchar al océano si no nos escuchamos entre nosotros? ¿Si no aceptamos la diferencia? Este es un proyecto educativo que involucra una película que se está haciendo y, al mismo tiempo, charlas y talleres para iniciar a niñxs en su primer contacto con el agua, la danza y la expresión. 

Con la Danza del mar se intenta mostrar cómo nos comunicamos y cómo nos relacionamos. Vamos un poco más allá del océano o de la ciencia y del arte: Nos enfocamos en cómo nos relacionamos entre las personas y con el entorno. Nos interesa ser conscientes de eso para generar un cambio, porque no se puede disociar. Si queremos cuidar no solo alcanza con conocer, sino también tenemos que conocernos, cómo nos relacionamos, qué necesitamos. De alguna manera, la danza del mar es un cambio de ritmo y no te puedo contar más (risas). 

Me contaste una vez que avistaron tiburones y caballitos de mar en Mar del Plata ¿Qué sorpresas tuviste en tu trabajo? ¿Qué aportes impensados aparecieron en tus registros en el agua? 
En esa expedición en Mar del Plata íbamos a buscar al escalandrún, que es un tiburón enorme y visualmente no es el más “lindo”, tiene los dientes todos para afuera. La visibilidad debajo del agua en Argentina no es el caribe ni la Patagonia. Cuando fuimos a bucear acá en la costa de Buenos Aires, era el tren fantasma. Había mucha neblina, no veíamos NADA, estábamos atadxs, no llegábamos ni al metro de visibilidad. En ese mismo proceso, de salir a buscar algo y no ver nada, de pensar que todo puede estar alrededor tuyo, pero no lo estás viendo, que ya es emocionante, estoy entregada a la vida, que pase lo que pase. En el no encuentro, encuentro sorpresas. De ese proyecto no volví con material audiovisual y yo iba a buscar eso. Pero sí logré salir de mí, no logré lo que buscaba, pero la intención y el proceso para buscarlo es hermoso, un objetivo que va más allá de mi ser.  

En Mar del Plata nos alejamos de esa zona de baja visibilidad y nos fuimos mucho más adentro. Nos sorprendió un pez ángel, el tiburón ángel. Y como ya estábamos resignados y fue el último día de la expedición, había sido un “fracaso”… Verlo en los últimos minutos del buceo, que esté ahí cuando no lo esperábamos fue mágico. 

También vimos cerca de la costa animales enrollados en tanza, caballitos de mar, ¿qué hacen en Mar del Plata? Te llevas la imagen hermosa y la otra que también te la llevas para siempre. Hay animales vivos enroscados en tanza. Duele mucho. Porque ya es de terror pero encima duele verlos vivos. En Asia, cuando me encontré que les cortan las aletas a los tiburones y los dejan en el fondo del mar, vivos. Eso es terrible, denigrante para cualquier ser vivo. Y fueron disparadores para salir y hacer

¿Cómo es lo de las aletas? 
Esas aletas se comercializan. Cazan al tiburón, le cortan las aletas y lo tiran devuelta al mar porque les sirven las aletas, no todo el tiburón. Y el tiburón queda vivo, en el fondo del mar porque no se puede desplazar. Queda varado, esperando su muerte, básicamente. 

Abajo del agua, ¿qué es lo que más llama tu atención? ¿Gigantes o pequeños?
Para encontrar cosas pequeñas tengo que ir siempre con alguien, yo no las veo. Lo lindo de las cosas pequeñas es que están tan camufladas con su entorno, cuando las encontrás sorprenden porque tal vez pasaste un montón de veces por ahí. Es muy lindo ver cómo se mimetizan con su entorno. 

Lo grande es mágico porque a veces son animales mucho más grandes que vos, son tranquilos, hay muchos mitos de ataques de tiburones o de orcas, pero la verdad que no tuve ninguno. Siempre adopto una posición pasiva y dejo que todo pase a mi alrededor como si fuese una película. Me quedo a mirar y que sea lo que sea. Si algo se quiere acercar que se acerque y voy a estar ahí tranquila. Ser una invitada más. 

¿Cómo manejás las situaciones de peligro? ¿Alguna vez tuviste mucho miedo? 
En todas las situaciones en las que me sentí en peligro fue por irresponsabilidades mías. Tampoco fueron tantas, pero aprendí mi lección. Una fue en la Antártida donde me habían advertido que no pase cerca de los icebergs. Pasé cerca de uno que parecía estable, no parecía de esos que se van a dar vuelta. Estaba flotando en el agua, pasé cerca y me quedé filmando hacia abajo. Se generaban unas burbujas de agua muy interesantes y yo estaba mirando para abajo. Cuando el hielo cambia de estado empiezan a salir burbujitas y cada vez salían más. Yo seguía viendo ese cambio de estado y se me estaba viniendo encima un pedazo de hielo enorme. Ahí cuando miré para arriba y me di cuenta dije “ya está, hasta acá llegué, ya fue todo”. De alguna manera, no sé cómo, instintivamente me empujé con las aletas del hielo como si fuera una pared y empecé a patalear hacia abajo. Sentía que en cualquier momento algo me iba a dar en la nuca. Y me costaba salir porque el mismo movimiento del hielo succionaba. Zafé, pero ahí tuve mucho miedo. 

Hiciste 6 inmersiones en las aguas gélidas de la Antártida, ¿qué mundos te abrió ese viaje de exploración? ¿Qué traes de ese viaje con vos? 
De ese viaje traigo la sensación de lo vulnerables que somos en tanta naturaleza. No todo se puede controlar, hay que respetar el entorno y los tiempos, correr el ego hacia un costado y saber cuándo es momento de meterse al agua y cuándo es cuándo es momento de salir, por ejemplo.

Aprendí a estar más atenta al entorno, el viento y el clima de la mano de la experiencia de personas tienen experiencia y me decían: “No, ahora no se puede” o, “Ahora es momento de saltar”. Volví muy movilizada de ese viaje, en un estado muy particular. La gente me preguntaba si me había gustado o no y yo no podía hablar, por cómo me sentía, me descolocó. Entré en un estado medio depre, porque pasé del silencio absoluto, de un lugar tan prístino, blanco, salvaje… A mi vida, a la civilización, y todo me molestaba. Me molestaba el sonido, la gente que me hablaba mucho, el humo. Entonces, viví ese contraste de una manera intensa. No lo disfruté tanto. 

Creo que hoy que maduré otros aspectos de mí, lo veo distinto. En ese momento era más chica. Llegó un momento que yo no sabía por qué había ido ahí. Volví con un montón de imágenes, con un montón de material que no pude tocar por mucho tiempo y recién al año pude verlo. Y las puertas que me abrió ese material fueron muy importantes cuando en la cumbre planteé que trabajemos en equipo. El material audiovisual que hice en la Antártida es de alguna manera lo que pongo en práctica con los grupos de ciencia de ahora. 

Hace poco volví a leer Manual de supervivencia, una entrevista al director de cine Werner Herzog. Ahí comenta que para el final de la infancia de su hijo decide pasar dos veranos en Alaska, sin carpa para dormir, solo con herramientas: un hacha, una sierra y una lona para construir un refugio; alimentos básicos: arroz, sal, fideos, té… Una manera de “terminar una infancia con estilo”, como dice él. ¿Qué crees que aportan las experiencias de lo salvaje en nuestra subjetividad?  
Es muy importante el contacto con la naturaleza, con lugares salvajes, nos sacan de la burbuja en la que estamos inmersos. Nos saca un poco de nosotrxs mismxs, nos recuerda que somos parte de un todo. Estas salidas al exterior, por decirlo de alguna manera, son una forma de recordarnos que somos muchos y nos necesitamos.

Cuando salís y ves a la fauna te das cuenta de que están sobreviviendo y nosotros también. Hay semejanzas en el cuidado y la protección. Te das cuenta de que debajo del mar suceden las mismas cosas que afuera, poder reflejarse afuera de tu entorno te permite salir de la caja. 

Vos en una de tus entradas del viaje que hiciste a Antártida citas a Jon Krakauer: “Una estancia prolongada en un lugar salvaje y desconocido agudiza tanto la percepción del mundo exterior como del interior, y que es imposible sobrevivir a la naturaleza sin interpretar sus signos sutiles y desarrollar un fuerte vínculo emocional con la tierra y todo lo que la habita.”

¿Cómo podemos colaborar en los proyectos en los que estás?
En el proyecto de SOA tenemos un equipo interdisciplinario y vamos a abrir pronto las puertas a voluntarios para quienes quieran participar desde diferentes áreas: en relato, en comunicación, en compartir lo que estamos haciendo, participar de las expediciones o en el podcast que estamos rehaciendo. 

Después, para Danza del mar se puede ingresando a nuestra página de cafecito Danza del mar, proponemos que las personas nos inviten un cafecito, de esta manera nos ayuda a cubrir los gastos como la embarcación, el combustible, el trabajo de alguien que nos da seguridad en el agua. Eso nos suma, de hecho, nos ayudaron un montón de personas. La devolución es lo que va a pasar a partir de esto: talleres, involucrar a las personas en el proceso, les mostramos él detrás de escena a quienes están interesados. 

La difusión también es una manera, brindar contactos que nos puedan ayudar a avanzar. Y, de hecho, si hay interés de decir “yo quiero participar de alguna manera” también se puede. Las personas que hoy participan se acercaron y por eso fue todo muy mágico. 

Los proyectos artísticos, científicos, educativos y cinematográficos están formados por equipos interdisciplinarios y pueden verse en: @deaquavivo https://www.deaquavivo.com/ https://tienda.deaquavivo.com/ | @proyectosub y Danza del mar https://www.proyectosub.org.ar/ | @soa_argentina https://soargentina.org/nosotros/ 

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